Muchos no recuerdan que, con el paso de los años, las finanzas de cada persona van cambiando, lo que hace que el dinero ahorrado no sea siempre el mismo y varíe según cuál sea su edad.
Cuando se conoce cuál es el monto de dinero que conviene guardar en cada etapa de la vida, se pueden tomar mejores decisiones económicas para el futuro y a poner las finanzas en orden.
Siempre será necesario, para mantener una economía estable, ahorrar dinero.
La pregunta es, ¿cuánto se debería ahorrar según los años y cuáles deberían ser los objetivos en función de cada etapa de la vida?. A continuación te daremos una guía para que tengas como referencia, según tu etapa financiera (que no siempre coincide con los años) pero que sí pueden aplicarse en forma general:
Desde los 20 años se tienen los primeros trabajos, ya sea para acompañar con los estudios o como comienzo de la carrera profesional.
En ambos casos, es bueno empezar a plantearse la independencia financiera como meta, aunque todavía el nivel de ingresos no sea alto.
La gran ventaja es que a esa edad no se suele tener grandes responsabilidades económicas, por lo que es posible ahorrar un porcentaje del sueldo.
Los expertos recomiendan, debido a los bajos salarios de los jóvenes, establecer un meta de ahorro en el torno al 10% del total para ir afianzando la cultura del ahorro y poder cumplir con algunos objetivos.
Desde los 30 años, por lo general se empieza a avanzar en el mercado laboral y se gana en independencia. Nos planteamos objetivos más ambiciosos, compramos vivienda y muchos forman una familia. De acuerdo a esto, el objetivo de ahorro podría subir en torno al 15 o 20% del total del sueldo.
Aunque parezca muy pronto, desde este momento ya se puede pensar en la jubilación, aportando a un producto financiero de ahorro para el futuro.
A partir de los 40, para muchos, es el momento de la vida en el que se mejora económicamente y se consigue mayor estabilidad.
Aunque los gastos continúan, es probable que se pueda reservar entre un 20 o un 25% del total del sueldo.
En esta década, ahorrar para la jubilación debería ser una meta prioritaria. También es conveniente pensar en tener un seguro de vida, para vivir con algo más de tranquilidad ante cualquier imprevisto que pudiese ocurrir.
En definitiva, la vida estará llena de cambios e imprevistos, pero solo habrá una forma de disfrutar de cada etapa con estabilidad económica, más allá de los factores externos: el hábito del ahorro y planificando bien las finanzas.
Por ejemplo, un joven de 20 años aproximadamente, quizá contará con menos ingresos que un adulto, pero podrá tomar más riesgo para obtener mayores beneficios en el largo plazo.
Por tanto, entre los 20 y 30 años, tenemos más capacidad de asumir riesgos, por la posibilidad que nos da el tiempo de mejorar las posibilidades y las pocas responsabilidades que suelen tenerse en comparación con los mayores.
Es por esto que sus portafolios deberían estar más orientados a la renta variable que a la renta fija.
En este sentido, reservar un 80% en renta variable y 20% en renta fija, sería lo recomendable.
Cuando se tiene entre 35 a 45 años suele incrementarse la posición en renta fija y se busca más tranquilidad en la inversión, ya que es la etapa donde se incrementan los gastos fijos.
En esta edad por lo general, la capacidad de ahorro baja considerablemente, pues el tiempo del que disponemos con proyección hacia el futuro ya no es el mismo; de acuerdo a esto, recomendamos tener un portafolio de inversión diversificado.
Para este caso, se debería tener un 60% en renta variable y 40% en renta fija.
Para cuando se pasan los 45 años de edad, normalmente se incrementa la masa salarial y disminuyen los gastos, ya que la mayoría de las necesidades básicas están cubiertas. En consecuencia, es posible dedicarnos a la inversión pura.
Después de los 55, muchos ya no tienen la responsabilidad de los hijos. Los gastos vuelven a ser básicos o entre la pareja.
Para esta etapa, recomendamos mantener un 80% en renta fija y un 20% en renta variable.
en función de las circunstancias se deberá elegir el producto financiero que mejor se adecúe a esas condiciones y no al revés.